La jaula de oro: Neoliberalismo y la deuda.
En “La fábrica del hombre
endeudado” de Maurizio Lazzarato, el autor arguye sobre la existencia de dos
protagonistas que se relacionan dentro del neoliberalismo: El deudor y el Gran
Acreedor, una relación que describe como un mecanismo de explotación y
dominación que mantiene al estado y sus habitantes en una latente crisis económica,
de la que no parece tener otra salida más que el crecimiento de la misma deuda.
Con base en este argumento, me dispongo a desarrollar este ensayo comenzando
con una descripción del neoliberalismo aplicado en una nación de primer mundo y
en otro que se encuentra en vías de desarrollo, como México, para así poder
llegar a la situación económica que deriva de este modelo, luego seguiré con
una descripción de la situación en la que se encuentra el ciudadano común en
nuestro país y como este se ve relacionado con el gran capital. La problemática
que esta crisis promueve con la deuda me lleva a preguntarme: ¿Se puede vivir
en un sistema neoliberal sin endeudarnos? Lo significativo de este
planteamiento radica en la importancia de hacernos conscientes sobre cuanta
libertad tenemos para poder decidir si nos mantenemos dentro o fuera de este
sistema.
La crisis y la posterior caída del
feudalismo trajo consigo un cambio en la forma de acumulación de riqueza, un
proceso histórico al que Carlos Marx llamaría “la acumulación originaria”[1], y
que daría origen al capitalismo, el cual fue adoptado por la mayoría de las
naciones del mundo y que trajo consigo grandes avances tecnológicos que
propiciarían acontecimientos de suma importancia como la Revolución Industrial.
Como todo proceso, de igual forma que el feudalismo, el capitalismo en el siglo
XX ha caído en varias crisis que han obligado a las grandes potencias a
replantearlo con el fin de superar las coyunturas económicas que provoca: “el neoliberalismo
económico y su presentación como vía óptima para encarar y superar la crisis
actual del sistema capitalista tiene su origen en los países centrales, y sus
principales promotores en las élites del gran capital financiero y monopólico
transnacional” (R. Cordera y C. Tello, 2003 :79).
La
crisis del capitalismo surge debido a la existencia del estado benefactor, que
se encargaba de brindar todos los servicios sociales, lo que implicaba la
inversión de grandes recursos y que había llegado a un punto insostenible, lo
que llevó a replantear las políticas de un rescate con el que se buscaba desaparecer
este modelo de estado para dar paso a una reducción de este y así delegar al capital
privado la administración de las mismas tareas.
Este
rescate del sistema por parte de las grandes potencias tiene muchas
implicaciones que afectan de manera directa a los sectores más susceptibles de
la sociedad en las naciones donde se implementa, sin importar si se trata de
una economía de primer mundo como en el caso de Inglaterra, que, en medio de
una precaria situación económica internacional, la primera ministra Margaret
Thatcher implementó lo que sería el neoliberalismo en su máxima expresión y también
el ejemplo a seguir por otras naciones:
“El modelo
inglés fue, al mismo tiempo, la experiencia pionera y más acabada de estos
regímenes. Durante sus gobiernos sucesivos, Margaret Thatcher contrajo la
emisión monetaria, elevó las tasas de interés, bajó drásticamente los impuestos
sobre los ingresos altos, abolió los controles sobre los flujos financieros,
creó niveles de desempleo masivos, aplastó huelgas, impuso una nueva
legislación antisindical y cortó los gastos sociales. Finalmente, y ésta fue
una medida sorprendentemente tardía, se lanzó a un amplio programa de
privatizaciones, comenzando con la vivienda pública y pasando enseguida a
industrias básicas como el acero, la electricidad, el petróleo, el gas y el
agua” (E. Sader y P. Gentili, 1999 :12)
En
este punto se puede notar la naturaleza depredadora de este modelo, que busca
debilitar el estado y que, al despojarlo de su injerencia en las cuestiones
económicas, al capital privado se le da el campo libre para poder multiplicarse
sin restricciones. No solo se trata del estado, se trata de las condiciones
laborales, en donde los objetivos son: “la reducción de los salarios al nivel mínimo,
cortar los servicios sociales para poner al Estado benefactor al servicio de
los nuevos asistidos (las empresas y los ricos) y privatizarlo todo”. (M.
Lazzarato, 2013 :12) Sumado a esto, la intervención de los obreros en las
políticas económicas están totalmente descartadas: “implica a su vez concebir a
la clase obrera como un factor de producción, que solo comportándose como tal
puede propiciar el equilibrio en el mercado […] despojando a los sindicatos de
toda injerencia en la política y la economía nacionales” (R. Cordera y C.
Tello, 2003 :83)
Se
puede ver entonces que el objetivo es salvar a los grandes capitales, a los
ricos, con políticas propuestas e impulsadas para salvaguardar sus intereses,
sin importar que ello implique la liquidación del nivel de vida de los sectores
más bajos. Esto se refleja muchas veces cuando durante las crisis económicas,
el estado ha rescatado a los bancos, ha implementado leyes fiscales blandas que
han permitido a las empresas deslindarse de obligaciones sociales y así poder
aumentar sus márgenes de utilidad. Resultaría interesante el preguntarle a uno
de esos grandes millonarios, ¿cuál es el objetivo de generar cada vez más
riqueza? ¿cuándo se es lo suficientemente rico para detener el proceso de
acumulación? Según el neoliberalismo, el talento de los más sobresalientes se
encargará de mejorar su situación y de paso la de los demás[2] ¿por qué teniendo millonarios
en México no se ha visto reflejada esta regla en las empresas que les
pertenecen? El hecho radica, me atrevo a especular, en que solo se podría logar
con la “buena voluntad” del capitalista en cuestión.
En
México, este modelo se comienza a implementar en los años ochenta, con la venta
de paraestatales y luego en los noventa con la apertura al mercado extranjero
(TLC). Lo que provocó este último es muy evidente, una gran devaluación, la
subida de precios, la pérdida de empleos, el incremento en la delincuencia y el
incremento excesivo tasas de interés, que provocaría un endeudamiento masivo,
del cual miles de mexicanos no salió bien librado. Hasta el día de hoy podemos
notar como las políticas neoliberales (reforma energética, reforma laboral,
etc.) se han encargado de revertir los logros obtenidos por las luchas sociales
del siglo XX y que poco a poco van dejando una estela de desempleo y pobreza en
nuestro país, como el autor lo señala: las promesas del primer mundo se han
disipado.
Con
todo lo anterior como contexto, puedo entonces puntualizar en la situación del
ciudadano promedio, que ve desvanecidas sus aspiraciones por el sistema, los beneficios
de esta apertura se traducen en contadas oportunidades de tener un empleo que
le permita subsistir de manera decente, su nivel de vida es tan bajo que para
poder prosperar y obtener los insumos necesarios se ve en la necesidad de
“pedir prestado”. Una de las formas más comunes ya en este siglo XXI, es la
obtención de un crédito: puede ser hipotecario, de auto, para poner un negocio
o simplemente uno de consumo: tarjeta de crédito.
“La tarjeta de crédito es el medio más simple
de transformar a su portador en deudor permanente” (M. Lazzarato, 2013 :24). En
esta forma de endeudamiento me quiero detener pues es una de las más comunes y
fáciles de adquirir, además de que es la más cercana a mí pues ya me ha metido
en apuros algunas veces, eso debido a que resulta fácil y sencillo perder la
noción de lo que se ha gastado, debido a la poca cultura financiera que en
nuestro país existe, se desconoce el modo en que operan y debido a que no se
contempla que es dinero “prestado”, no se analiza que después de un mes ese recurso
(que no se tiene) se deberá regresar integro al banco en cuestión, muchos de
los cuales tienen tasas de interés altas, además de comisiones por impago, por
gastos de cobranza y la generación de intereses sobre los intereses. Es en este
nivel, donde el ciudadano (deudor) tiene la conexión directa con el Acreedor
(el banco), el cual es una institución privada, que funge con acumulador de
capital.
Sumado
a esta relación, muy estrechamente se encuentra lo que Lazzarato denomina la «moral»
de la deuda, que complementa la del «trabajo». “«esfuerzo-recompensa» de la
ideología del trabajo se acompaña de la moral de la promesa (de reembolsar la deuda) y la culpa (de haberla contraído)” (M. Lazzarato, 2013 :37). Es así como
no solo el individuo vive endeudado, sino que también sus actos y su
comportamiento se enfocan y responden en respuesta de la deuda. Esta se
extiende de manera amplia por todos los sectores, desde el obrero hasta el
estado, según el autor, uno de los lineamientos del neoliberalismo es el no
depender del Banco Central para monetizar la deuda social, pues son los capitales
privados quienes financiará la misa, además de que impondrán sus propias
condiciones y se les pagara el debido interés por la deuda.
El
mercado actual requiere que cada ciudadano consuma lo suficiente para poder
mantener el ritmo de la economía mundial, la oferta y la demanda le
proporcionan lo necesario para poder ser dinámica; como parte de este ciclo, los
medios de comunicación incentivan el consumo con comerciales, anuncios y
menciones llamativas que ofrecen productos “innovadores”, muchos de ellos innecesarios,
que no solo incluyen un objeto, si no también un estatus social, un paliativo
emocional que crea una falsa necesidad de mantenerse en la misma línea mientras
se trabaja para comprar otros más que complementen el juego. Muchos somos susceptibles
a estas técnicas de mercadotecnia, que nos sumen en un aparente estado de
bienestar mientras trabajamos para poder pagar lo que se ha adquirido, habría
que señalar que en lo anterior no contemplo a las personas que puedan tener
dependientes económicos, quienes muchas veces no pueden aspirar a comprar algo
innecesario cuando sus ingresos se usan para la adquisición de bienes básicos y
de primera necesidad.
Debido a los bajos salarios, para
muchos la única forma de adquirir un bien como una vivienda, electrodomésticos
básicos, etc. es mediante un crédito, que como ya lo habíamos dicho
anteriormente, se solicita a un privado que impone sus condiciones e intereses
de por medio, lo que deja en desventaja al trabajador. A pesar de que lo
anterior resulta muy común, hay otras personas con mejores ingresos y que
pueden sostener sin problemas una familia completa, son estos lo que pueden
comprar bienes considerados, por mí, de lujo: autos, joyas, dispositivos
electrónicos de alta calidad, etc. Pero, a pesar de su solvencia económica,
termina sumándose a las filas del consumismo y endeudamiento, pues es mediante
el crédito como también se adquieren estos productos que no resultan tan fácil
de pagar en una sola exhibición.
Existe otra deuda, la cual nunca
solicitamos como ciudadanos y que pagamos día a día con cada producto o
servicio que consumimos: la deuda externa, la cual obligó a países como México aceptar
las condiciones de sus acreedores mediante el llamado “Consenso de Washington”[3] que
implicaría la aplicación del modelo neoliberal en sus políticas económicas para
obtener una reestructuración de la deuda. Debido a estas medidas los ciudadanos
estamos permanentemente endeudados: “Los economistas nos aseguran que cada bebé
francés tiene al nacer una deuda de 22.000 euros” (M.
Lazzarato, 2013 :39) con esto dicho, podemos darnos cuenta cómo funciona la
distribución de la deuda en el sistema neoliberal, esta obligación se extiende
para todo ciudadano de una nación e incluso si se decide cambiar de nacionalidad
de manera directa se nos transfiere la deuda del país receptor.
Es entonces cuando puedo asegurar
que, si bien podemos tener estrategias para evitar el endeudamiento haciendo
uso de manera consiente de nuestro poder adquisitivo, al comprar solo lo
necesario para nuestra subsistencia, no podemos ser ajenos a un sistema que
constantemente nos bombardea con anuncios para incentivarnos a consumir. Vivimos
en una sociedad consumista que privilegia el alto estatus económico, pues mientras
más (parezca que) tengamos y más podamos gastar, mejor será la manera en que seamos
vistos y tratados en cualquier círculo social. Aún con estos factores seguimos
siendo libres de decidir, pero ¿qué sucede con la deuda que nos confiere el
estado? ¿Podemos evitarla? simplemente no, no contamos con la libertad de
elegir estar fuera de la deuda, debido a que el mismo estado por medio de leyes
nos obliga a aportar al gasto de la nación, la misma nación que se ha visto
endeudada por las medidas neoliberales que, a la vez, estas últimas se han
encargado de precarizar la remuneración del trabajo en nuestra nación como
parte de sus lineamientos para abrir paso a los intereses de los más ricos. No
podemos de manera individual (irónicamente, tomando en cuenta el fundamento
clave de esta ideología) cambiar este sistema, lo único que nos queda es elegir
entre vivir con la deuda ya impuesta por nuestro sistema o sumarnos a otra
autoimpuesta, que en muchas ocasiones más que una opción, resulta una
necesidad.
[1]
Karl Marx
(1995). Cap XXIV La llamada acumulación originaria. En El capital, 829-917. Siglo veintiuno editores. México.
[2]
“el individuo en libertad
actúa en función de sus propios intereses, que es capaz de visualizar con toda
claridad […] Y la mejor manera de que la persecución del interés propio se
pueda potenciar y convertir en beneficio mutuo para todos los individuos a la
vez” (C. Tello y J. Ibarra, 2013) (Cap II:37)
[3] “El Consenso de Washington contiene
un conjunto de reformas destinadas a alterar de manera significativa la
estructura de la economía. […] A lo largo de la década de los ochenta se
convirtió en el marco que definiría el adecuado desarrollo económico a nivel
mundial” (C. Tello y J. Ibarra, 2013 :100)
Bibliografía
Carlos
Tello y Jorge Ibarra (2013). La doctrina neoliberal: el papel central del
pensamiento económico. En La revolución
de los ricos. Facultad de Economía, UNAM. México.
Emir Sader y Pablo
Gentili (1999). Mercado, crisis y exclusión social. En La trama del neoliberalismo. Eudeba. Buenos Aires. Disponible en: http://biblioteca.clacso.edu.ar/clacso/se/20100609030645/latrama.pdf
(Consultado el 10 de marzo de 2018)
Karl Marx (1995).
Cap XXIV La llamada acumulación originaria. En El capital, 829-917. Siglo veintiuno editores. México.
Maurizio Lazzarato
(2013). Aprender la deuda como fundamento de lo social. En La fábrica del hombre endeudado, 15-42. Bs. As., Amorrortu.
Rolando Cordera y Carlos
Tello (2003). Dos proyectos de desarrollo. En México la disputa por la nación: perspectivas y opciones del desarrollo,
78-134. Siglo veintiuno editores. México.

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