¿Masculinidad vs Feminismo?
El abordar el tema de
masculinidades resulta sumamente interesante para mí, pero además bastante
complejo y a veces confuso; pues en búsqueda de ampliar mis saberes sobre el
tema, me he topado con publicaciones o comentarios, en algunos grupos y círculos
de reflexión sobre masculinidades, donde se puede ver cómo algunos hombres
ocupan estos espacios, no para reflexionar sobre sus propias implicaciones
dentro de un sistema machista, sino como un sitio donde adoptan una postura
defensiva y de confrontación, que lejos de aportar a la problematización de los
temas abordados, replican las dinámicas violentas que se supone deberían de ser
cuestionadas.
De lo anterior, me gustaría tomar
uno de los tópicos controversiales más constantes dentro de estos grupos, y que,
a mi parecer, requieren de mayor atención al momento de cuestionar nuestra
masculinidad y nuestra posición dentro del sistema patriarcal; y me refiero al
feminismo, pues es desde los estudios del mismo, que han surgido lo que yo
considero las bases para poder trabajar con lo que nos implica como varones, y
que parece generar escozor en muchos compañeros, al considerar que su uso como
referencia en algunos temas, resulta ajeno a la tarea de pensarnos hombres.
No es mi intención proponer aquí
que, dentro de estos espacios, se aborde propiamente el feminismo, que a mi
parecer compete plenamente a las mujeres (y no, no asimilo la idea de que
existan hombres feministas ni aliados), sino de abrir un dialogo que nos
permita comprender que no se trata nuevamente de crear una competencia entre lo
masculino y femenino, al contrario, considero que es tarea de todos el
reflexionar desde nuestra posición e implicación como sujetos dentro de un
sistema lleno de inequidades, lo que nos brindaría una mirada más amplia y crítica
para poder comprender las demandas sociales que del feminismo emanan.
Resulta útil entender que el
feminismo, como lo menciona Varela, es un discurso político que se basa en la
justicia, este se articula como una filosofía política y como un movimiento
social[1].
Esta mirada, que surge de las reflexiones que las mujeres han configurado por
siglos, visibiliza toda una estructura social que se ha construido a
conveniencia del patriarcado[2],
da cuenta de las dinámicas de poder que se han instituido desde la cultura; por
lo que no se limita únicamente a visibilizar las condiciones de desigualdad de las
mujeres y de la búsqueda de su emancipación, sino también del papel de hombre,
como ejecutor y reproductor del poder que ostenta; así como quien también, en
algunas ocasiones, lo padece.
Desde el feminismo se ha
teorizado en torno a los papeles femeninos y masculinos, lo que ha permitido la
construcción de la categoría género, que como indica Lamas: “El género […] (es) resultado de la producción
de normas culturales sobre el comportamiento de los hombres y las mujeres”[3],
lo que da paso a poder cuestionar los roles que se le han asignado tanto a
lo masculino y como a lo femenino, entendiendo estos como construcciones sociales,
que asignan atributos rígidos a cada género y que funcionan como ejecutores de
normativas de comportamiento y caracterización, necesarias para perpetuar el
orden social patriarcal.
Entender que nuestras identidades
parten de una construcción social que dicta lo propio para cada género, permite
analizar la masculinidad, que al igual que lo femenino, es un mero producto
social. Marqués menciona que es la sociedad quien fomenta unos comportamientos,
reprime otros y transmite ciertas convicciones sobre lo que significa ser varón[4];
el poder comprender esto, nos permite desmontar las significaciones sobre el
ser hombre, lo que nos facilita la tarea de sentarnos frente a otros varones, a
cuestionarnos cómo influyen en nuestra vida cada uno de esos mandatos
dictados desde lo social; permitiéndonos pensar sobre qué estamos haciendo cado
uno para cambiarlos y cuáles son las estrategias que debemos fomentar para este
fin.
Es pues que, gracias a las vetas
que se abren desde el feminismo, podemos abordar las masculinidades, pues las
perspectivas que nos brinda nos permiten entender de qué manera estamos
implicados como hombres, siendo sujetos con privilegios que debemos cuestionar,
así como mandatos de masculinidad que debemos de transgredir. Teorizar ahora
desde nuestra trinchera, nos ayudará a darle forma con nuestras experiencias,
pero sin dejar de tener claro que esto no se trata de tomar una postura que se
confronte con el feminismo, sino por el contrario, una que permita complementar
las líneas ya trazadas desde este, con la finalidad de dar soluciones a las
problemáticas de violencia que hoy nos aquejan.
Al final, creo, es una excelente
oportunidad de demostrarnos que hay formas diferentes de ser y sentirnos
hombres, que nos lleven a formas pacificas de vivir nuestras vidas, lejos de
violencias y de lo que nos han dicho que es propio de lo masculino.
[1] Varela, Nuria (2008). Feminismo para principiantes. Barcelona: Ediciones
B.
[2] El patriarcado es un orden social genérico de poder, basado en un modo
de dominación cuyo paradigma es el hombre. Este orden asegura la supremacía de
los hombres y de lo masculino sobre la interiorización previa de las mujeres y
de lo femenino. Es asimismo un orden de dominio de unos hombres sobre otros y
de enajenación entre las mujeres. (Lagarde, 1997:52)
[3] Lamas, Marta (2013). El género: la construcción cultural de la
diferencia social. México: Porrúa
[4] Marqués, Josep (1992). Varón y patriarcado. En Valdés, Teresa y
Olavarría, José (1997) Masculinidad/es poder y crisis. Santiago: Isis
internacional
Bibliografía
Lagarde, Marcela (1997). Género y feminismo: desarrollo humano y democracia. Madrid: Horas y Horas

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